domingo, 26 de junio de 2011

Isadora Duncan


Isadora Duncan aprendió a caminar y a observar el mar en San Francisco. Pronto se trasladó a Chicago donde se formó en danza clásica y más tarde, cuando las nuevas oportunidades se buscaban en América, ella se mudó a Europa, primero a Londres y después a París.

Isadora bailaba diferente, olvidó el tutú, abandonó las puntas, el maquillaje se quedaba en el camerino y el pelo siempre suelto. Ella expresaba a Schumann, entendía a Mozart y vivía a Schubert como nadie antes. El dolor, la tragedia, el arte griego, las olas del mar, así bailaba ella.

Fue una mujer atemporal, madre soltera y con dos hijos a los que perdió en 1913. Deidre y Patrick murieron ahogados cuando el automóvil en el que viajaban se precipitó al Sena.

Atea confesa y bisexual, un problema para la época, su vida fue decayendo.

Murió en Niza, estrangulada por el pañuelo que cubria su cuello y que se enredó en la llanta del Bugatti* en el que viajaba junto con Benoît Falchetto.
La muerte de la bailarina, tan trágica como su vida sigue envuelta en el misterio, pero fue este hecho el que hizo que a partir del 14 de septiembre de 1927, se hablase de otra manera sobre la bailarina.

Isadora Duncan fue incinerada y sus restos reposan en el Cementerio de Père-Lachaise de París.

*Duncan viajaba en el asiento del copiloto de un automóvil Amilcar propiedad de un joven y guapo mecánico italiano, Benoît Falchetto, a quien ella irónicamente había apodado “Buggatti”. (La marca del automóvil es materia de debate, pero la opinión general es que se trataba de un Amilcar modelo GS de 1924. La leyenda transformó después la marca y lo convirtió en un Bugatti, mucho más caro y lujoso)

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